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domingo, 14 de septiembre de 2014

188 Martes de Radio



La Crónica del 2 de Setiembre de 2014



***LLAMADO CONTESTADORA PISTA 2

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AUDIOS DE TRIBUNA

Quinta Temporada-26to programa del año **

“NECMERIDES”… el infaltable de siempre

 
2/9 - Un día como hoy, pero de:

1939 – BOXEO

            Nacía en Vista Flores, Tunuyán, Mendoza, Nicolino Locche. Dueño de reflejos excepcionales, sabía manejar las distancias con milimétrica precisión y además dominaba todos los recursos defensivos que emanan de los más exigentes tratados de la ortodoxia boxística. Pegarle era muy difícil, a la mayoría se le tornó
imposible. Por eso lo llamaron “El Intocable”. Cada pelea suya fue un concierto de esquives, paradas, bloqueos y amagues acompañados por el OLE que bajaba de las populares del Luna, para ponerle música a la fiesta y acompañar su figura chaplinesca. A veces pegaba, lo mínimo suficiente como para que los jurados le dieran el triunfo. Fue campeón argentino, y mundial, hizo 136 peleas, ganó 117 (solo 14 KO); perdió 4, empató 14 y tiene una sin decisión. Fue único, inigualable, inimitable, irrepetible. Murió el 7 de setiembre del 2005.



"Idolos ARGENTOS"


Fue el motor creativo de un inolvidable equipo de San Lorenzo, con el que ganó el título en 1946 ; también jugó en Juventus, Boca, Nacional, de Montevideo, y en el seleccionado; murió a los 79 años



Rinaldo Fioramonte Martino . Exquisito y gambeteador, hábil e inteligente, Martino conformó junto con René Pontoni y Armando Farro uno de los tercetos de ataque más famosos de la historia del fútbol argentino. San Lorenzo de Almagro fue el escenario, el club que vio brillar a esta trilogía en la que Martino poseía las riendas de la creatividad como entreala izquierdo, una denominación hoy en desuso que recaía sobre el número 10.


Nació en Rosario el 6 de octubre de 1921 y de pequeño desdeñó la escuela para abrazarse a la pelota. Era el menor de nueve hermanos (seis varones y tres mujeres)y comenzó a jugar en el club Belgrano, de su ciudad natal, hasta que un delegado de San Lorenzo lo observó y le propuso viajar a Buenos Aires. Ni lo pensó. La Reina del Plata lo seducía y a los pocos días ya estaba en Boedo, con 19 años, donde el húngaro Emérico Hirsch lo mandó a entrenarse con los jugadores de primera.

Y pensar que su madre, María, lo ayudaba a escaparse a jugar los partidos sin que se enterara Benito, su papá, que no quería oír nada acerca de un hijo futbolista. Cuánta magia se hubiese perdido en el camino...

Para los tablones de avenida La Plata e Inclán era el Negro; pero la sana malicia de Colombo, un compañero suyo en San Lorenzo, lo bautizó para siempre "Mamucho". El mote nació de cuando se lo comparó con Labruna a lo que Martino contestó: "Labruna juega más mucho que yo", un embrollo lingüístico que lo dotaría del sempiterno apodo.


San Lorenzo lo canonizó en 1946, cuando el equipo de Boedo consiguió el segundo título de su historia. Pero Martino ya estaba consolidado y su figura se paseaba con la camiseta del seleccionado argentino. En el Sudamericano de Chile, en 1945, Mamucho logró un gol que él mismo calificó como el más importante de su carrera. Fue el tanto de la victoria ante Uruguay y por el que fue retirado en andas por sus compañeros: eludió a tres rivales y picó la pelota por encima de Roque Máspoli. Su magia no pasó inadvertida para los ojos del mundo. Los italianos de Juventus se lo llevaron al Viejo Continente, donde en la temporada 49/50 se consagró campeón en el calcio, con el club turinés, donde jugó 33 partidos y marcó 18 goles. Vistió la camiseta del seleccionado italiano en una oportunidad y hasta se dio el gusto de participar en una película.

Tenía todo para seguir triunfando en Europa, pero la tentación llegó en forma de Boca Juniors. Lo empujaba la nostalgia y... extrañaba el hipódromo. Sí, años después diría que ésa fue una razón de importancia para emprender el regreso. Martino, entonces, volvió a jugar para Boca, pero como el torneo ya había comenzado, fue cedido a Nacional, de Montevideo. Y su imán con el éxito continuó del otro lado del Río de la Plata, donde dio la vuelta olímpica con el conjunto tricolor.

A su regreso a Boca, en 1951, el club xeneize no le dio demasiado lugar y las urgencias económicas desembocaron en la venta definitiva a Nacional. Martino extrañaba Buenos Aires y sus idas y vueltas de un lado a otro lo fueron cansando. Uruguay se había encariñado con Mamucho, que jugó algunos partidos más en Cerro. Pero Martino dijo basta e hizo las valijas para afrontar en Buenos Aires su decisión de dejar el fútbol.

Si la pelota se apropió de gran parte de su corazón, algo similar hizo el tango. Su pasión por el dos por cuatro lo llevó a regentear durante 18 años el célebre local "Caño 14", donde formó sociedad, entre otros, con Atilio Stampone. A pesar de que renegaba del fútbol moderno, tenía su palco donde hasta hace algunos meses alentaba a su querido San Lorenzo, club en el que además presidía la mutual de ex jugadores. Más allá de los lógicos homenajes que se esperan (el domingo los habrá en el match San Lorenzo-Estudiantes), decir que sólo el fútbol está de luto sería tapar un costado de la verdad. Porque en el universo de los magos también están cayendo lágrimas por la partida de Mamucho.
Algunas de sus definiciones


    "Yo lo único que quería era jugar al fútbol. La escuela no me interesaba. Lo mío era fútbol, fútbol, fútbol. Con pelotas de trapo o de goma, en el club o en la calle, hasta con piedras jugábamos."

    "El fútbol era simple porque lo habíamos aprendido en la calle, jugando contra la pared. Nunca es bueno hacer comparaciones y menos cuando uno fue protagonista. Pero puedo dar fe de que antes se jugaba para ganar: salíamos a la cancha pensando en los goles que podíamos hacer, nunca en los que íbamos a recibir".

    "A Aníbal Troilo lo conocí en el cabaret. Nosotros, en nuestra época de futbolistas, íbamos mucho al cabaret. Pasábamos a buscarlo por el camarín y el Gordo nos mandaba a dormir. ¿Qué hacen acá? Vayanse a la catrera que el domingo no van a poder levantar las piernas" , nos decía.

    "Volví de Italia porque me gustaban mucho las carreras de caballos; pero no lo conocí personalmente a Leguisamo. Y apostaba, sí, apostaba por lo que veía o por lo que averiguaba. Eso sí, corriendo Yatasto, no dudaba. Mi hermano Osvaldo apostaba un poquito más fuerte que yo."

 

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