Excelente reflexión en el "Página" de hoy.
Pone blanco sobre negro. Lo que todos sabemos. Pero que ninguno de los sectores interesados se anima a patear el tablero primero.
Una menesunda,un lodozal de trenza politica, fuerzas de seguridad, dirigentes y violentos que por el miedo implícito se les termina dando cabida para todo.
Pone blanco sobre negro. Lo que todos sabemos. Pero que ninguno de los sectores interesados se anima a patear el tablero primero.
Una menesunda,un lodozal de trenza politica, fuerzas de seguridad, dirigentes y violentos que por el miedo implícito se les termina dando cabida para todo.
El poder de la guita y los puños. 
Sobre barras y los que les dan de comer
 Por Facundo Martínez
 Por Facundo Martínez
La 
diputada nacional por el PRO Cornelia Schmidt-Liermann se muestra 
interesada últimamente en el problema de la violencia en el fútbol y –de
 paso cañazo– acusó al gobierno nacional de tener “poca voluntad” de 
solucionar el tema. Dijo la diputada: “Cuando hablamos de erradicar la 
violencia, nos referimos a la necesidad de terminar con el crimen 
organizado de las barras que se mueven con total impunidad en los 
estadios”. Hasta aquí, de acuerdo. Pero habría que extender las 
responsabilidades a hinchas, dirigentes, legisladores, gobernantes y, 
por supuesto, a los periodistas. Este problema demanda un debate abierto
 y honesto de las partes, pero ¿quiénes realmente están dispuestos a 
ello?
El de la violencia es un problema viejo. Viene desde los años ’60, 
cuando se instaló la idea de un fútbol espectáculo. Los padres de la 
criatura fueron dirigentes como Alberto J. Armando (presidente de Boca) y
 Américo Vespucio Liberti (presidente de River), quienes alimentaron la 
creación de estos grupos con la no tan ingenua intención de aportar 
desde las tribunas un plus que contribuyera a mejorar los rendimientos 
deportivos de sus equipos.
Después vino el desmadre, el descontrol y los centenares de hinchas 
que año tras año van engrosando la lista de muertos por la violencia. El
 problema es cada vez mayor, porque ha aumentado considerablemente el 
poder que los barrabravas fueron adquiriendo dentro de los clubes. Se 
pueden contar con los dedos los dirigentes que, como Javier Cantero 
(Independiente) o Alejandro Korz (Atlanta), intentan dar pelea contra 
los barrabravas que, organizados como bien señala la diputada, manejan 
distintos negocios dentro de las instituciones, cuando no reclaman para 
sí alguna porción de las transferencias de los futbolistas.
Por supuesto que a las autoridades les caben las responsabilidades, 
pero también les caben a los jugadores que les dan dinero a los 
violentos, o camisetas para ser negociadas; a los periodistas que hacen 
la vista gorda, porque ‘de eso no se habla’ y, por supuesto, a los 
políticos oficialistas y opositores, que utilizan a los barras como 
fuerzas de choque propias.
No puede soslayar la legisladora del PRO algunos datos radicales que
 surgen de la mera inspección ocular en los estadios del fútbol 
argentino: la connivencia de los dirigentes con los violentos. En Boca, 
el club que el líder de su partido y jefe de Gobierno porteño, Mauricio 
Macri, presidió durante casi 11 años, la barra brava ha experimentado un
 crecimiento exponencial durante esos años, y la tendencia continúa, La 
Doce pasó de ocupar el centro de la tribuna media del arco que da a Casa
 Amarilla a ocupar entre el 70 o el 80 por ciento de la misma; incluso 
en la temporada pasada, hubo un partido en que el club xeneize llegó a 
tener dos barras bravas, una por tribuna.
Y sepa la diputada que en el fútbol es una verdad de evidencia 
inmediata que las barras crecen cuando se les llenan los bolsillos a sus
 líderes y capitanes. La excusa puede ser la convivencia pacífica: eso 
es algo que también deberían debatir los dirigentes en el seno de la 
AFA, porque es seguro que hay quienes piensan que es mejor negociar con 
los violentos que intentar erradicarlos. Hay en esto muchos intereses en
 juego, incluyendo el dineral que se gasta en operativos de seguridad. 
Los dirigentes gastan tanto en operativos como en las prebendas que les 
dan a los violentos para asegurarse su control: entradas, micros, 
privilegios, concesiones, en fin, negocios todos rentables.
Puede la diputada Schmidt-Liermann recorrer La Bombonera un día de 
partido. Puede ver también que esos días dentro del estadio se instalan 
puestos de venta de merchandising “trucho”, que son regenteados por La 
Doce. Ese es el precio que se paga por el aparente orden. Puede, 
aprovechando la cercanía de su partido con la dirigencia, preguntar 
quiénes son los que manejan el estacionamiento en las cercanías del 
estadio, espacios por los que los hinchas deben pagar hasta 40 pesos por
 partido. Puede también preguntar desde su investidura a las autoridades
 del club si también desembolsan coimas para la policía, como en su 
momento les fueron requeridadas a las flamantes autoridades de 
Independiente, aunque no lo admitan públicamente, y como de seguro pagan
 los dirigentes de tantos otros clubes.
“Vamos a terminar con la violencia en las canchas cuando el 
Ejecutivo convoque a todos los sectores para elaborar un plan integral 
que permita erradicar este flagelo”, asegura la diputada. Quizá tampoco 
sepa que el actual presidente de Boca, Daniel Angelici, quien llegó al 
poder de la mano de Macri, fue uno de los primeros dirigentes del fútbol
 en darle la espalda a Cantero, cuando éste y sus compañeros de gestión 
iniciaron la “cruzada” para intentar eliminar de una buena vez a los 
violentos del fútbol.
 
 Algo huele mal en el fútbol argentino, y no sólo por las 
responsabilidades que le pueden caber a este Gobierno, o a cualquier 
otro, sino por las responsabilidades primeras que les caben y no asumen 
las dirigencias, de cualquier color y de cualquier signo político
Fuente :P12  
 
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